Desde que el ser humano es ser humano, siempre ha fantaseado con el futuro. Cierto que uno, para ser feliz, debe saber vivir el presente, saber estar en él: ni agobiarse por el pasado, que no puede cambiarse, ni preocuparse en exceso por el futuro, pues es demasiado incierto. Sin embargo, tras la pandemia de la COVID-19 y el auge de las criptomonedas, parece que comienza una década llena de cambios en la que la tecnología va a ocupar, finalmente, el lugar que llevaba años insinuando que ocuparía.
Para 2030, enfrentamos dos grandes problemas: uno perentorio y el otro no tanto, pero que en 2050 puede ser realmente grave. Nos referimos al cambio climático y las temidas superbacterias. Aunque el primero de ellos ya está en la palestra de discusión pública, el segundo es igual o más importante, ya que puede generar innumerables muertes, así como el colapso de las instituciones sanitarias. ¿Pero cómo surgen las superbacterias?
Pues bien, las superbacterias son producto de la irresponsabilidad del ser humano. Llevamos años avisando de que el abuso sistemático de antibióticos tiene sus consecuencias. Sin embargo, muchos usuarios continúan desoyendo estas advertencias y se medican a la mínima posible, así como abandonan tratamientos a la mitad. Este tipo de prácticas hace que las bacterias desarrollen resistencia a los medicamentos, convirtiéndose en un gran peligro.
Sí, un gran peligro, pues son muchos los expertos que proyectan que en 2050 las muertes provocadas por las superbacterias pueden alcanzar los 10 millones de personas al año. ¡Ahí es nada!
La crisis de la COVID-19 ha expuesto aún más las costuras de un sistema financiero que desde la gran crisis de 2008-2009 está en constante entredicho. El sistema keynesiano basado en la inflación, un eufemismo del empobrecimiento crónico de los ciudadanos en aras de los grandes tenedores, y en la deuda, parece no poder sostenerse por mucho más tiempo. Ya no son solo los rebeldes de izquierdas los que creen que la deuda se usa, como dice Yanis Varoufakis, para explotar a los países a favor de oligarcas.
Cambiar el sistema de raíz es muy complicado, pero gracias al invento de Satoshi Nakamoto a finales de 2008 y puesto en marcha por primera vez a principios de 2009, puede haber una vía de escape. Criptomonedas como Bitcoin cuentan con características únicas que pueden poner «patas arriba el sistema financiero actual» de España y el resto del mundo. No en vano, estamos ante un activo monetario finito, inmutable, incensurable y descentralizado.
Para comprar criptomonedas, dispones de innumerables casas de intercambio de criptomonedas. Si no quieres perder el tiempo buscando una porque ya crees, por ejemplo, que has invertido lo suyo en una descripción general de la criptomoneda deseada, Changelly.com hace el trabajo sucio por ti. ¿Cómo? Porque te busca las diferentes opciones disponibles para la compra o venta de la criptomoneda indicada.
Llegados a este punto y ante el panorama sombrío que parece esperarnos, es normal que te preguntes qué criptomoneda merece la pena comprar. Pues bien, la respuesta dependerá de tus necesidades y de cómo enfoques las criptomonedas. Si buscas protegerte contra la inflación y contra el expolio gubernamental a base de impuestos, entonces, opciones como BTC son la clave. Sin embargo, si no te preocupa tanto eso, pero sí te interesan las posibilidades tecnológicas de la cadena de bloques, como, por ejemplo, los contratos inteligentes, entonces decántate por Ethereum o Cardano.
Hay más de 10.000 criptodivisas entre las que elegir. Lo más acertado es hacer tus propios análisis y estudios para, así, encontrar realmente un proyecto que te represente al máximo.
Aunque ahora pueda parecer ciencia ficción, estas tres tecnologías serán el pan de cada día con casi toda seguridad en 2030: