Con el crecimiento de las redes sociales y su popularización, han cambiado no solo nuestros hábitos, sino también hasta nuestro lenguaje, incluso la forma en la que nos relacionamos con los demás.
Por un lado hemos incorporado a nuestro vocabulario habitual palabras como estado, agregar, followear, trending topics, etiquetar… que antes no tenían ningún sentido y que ahora manejamos de una manera natural.
Pero los cambios van más allá del lenguaje, y cuando antes pedíamos un teléfono, un mail, o algún dato de contacto que suponía una mínima confianza, porque eran datos «privados», ahora damos nuestro nombre y apellidos, como medio para que nos busquen en redes sociales y nos añadan a sus amigos, accediendo inmediatamente a un gran número de información que en realidad es mucho más privada que nuestro número de teléfono. Como quién son nuestros amigos, donde salimos habitualmente, un buen número de fotos, etc. Siempre y cuando no hayamos tomado la precaución de moderar la privacidad con nuestros nuevos contactos.
Además sucede algo muy curioso, y es que la línea entre la vida laboral y privada se disipa, permitiendo que nuestros compañeros, incluso jefes, sepan que hacemos en nuestros momentos de ocio.
Cambios bastante radicales en la forma de gestionar nuestras vidas, de los que sin embargo parecemos no darnos cuenta.